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¿Qué haces cuando recibes un halago? Siéntete merecedor

¿Sueles quitar importancia a los halagos que recibes?

¿Con frecuencia no eres consciente de tus logros por los que otras personas te admiran?

¿Das por hecho que lo que aportas está bien pero no es como para tirar cohetes?

Todas estas conductas crean un muro al reconocimiento, cuyos ladrillos se han ido poniendo desde pequeños ya que nos suelen inculcar que valorarse y distinguirse por los propios méritos es arrogante o típico de personas muy egocéntricas.

Por este motivo y a nivel general, hay una creencia inconsciente que te hacen sentir avergonzado o que no mereces ese reconocimiento. Incluso muchas veces, huimos del éxito por este motivo.

¿Por qué ocurre esto y cómo solucionarlo?

Este sentimiento de desvaloración puede venir por varios motivos. Como es un tema extenso, lo vamos a ir trabajando en diferentes artículos que iré publicando en las próximas semanas.

En este artículo hablamos sobre las metas que te planteas. Te puede ocurrir que te pongas metas muy altas y si no hay resultados sientes que fracasas.

En esta sociedad tan aspiracional y de competitividad, parece que todo el mundo tiene que destacar de forma sobresaliente para ser válido.

¿Cuántas veces has escuchado, “Hagas lo que hagas, sé el mejor en ello”?.

(Por ejemplo: No vale con correr una maratón, la tienes que hacer en menos de 3 horas porque si no eres uno más.)

¿Cómo son las metas que te planteas en la vida?

¿Altas, medias, bajas, alcanzables o inalcanzables?

Si además añadimos que hasta que no vemos resultados perfectos, es decir, exactamente igual que los visualizamos antes de que ocurren, nos sentimos fracasados desde el primer paso.

(He terminado una maratón, pero me siento fracasado por no haberla hecho en menos de tres horas.)

Por otro lado, es frecuente que pase que no tenemos definido cual es el resultado que queremos conseguir, por lo que siempre nos va a parecer poco y nunca vamos a estar del todo satisfechos con lo que consigamos.

(Hice la maratón sin plantearme qué resultados quería obtener, por lo que tampoco estoy del todo contenta por haberla terminado.)

En todos estos casos, es importante trabajar la flexibilidad: una cosa es cómo planificas y otra el desarrollo de los pasos para llegar donde quieres.

  • Es importante vigilar la exigencia: cuidado con el caer en el círculo vicioso de pedirte más, hacerlo mejor, dar más de ti.

  • La mejora continua es una de las cosas más bellas que existen para crecer pero no depende de tus resultados, sino más bien del desde dónde te planteas crecer. Cuando actuamos desde la presión, el miedo y la exigencia, aunque logremos objetivos será más fácil sentirse frustrado que cuando nos dirigimos a nuestras metas con una actitud de sana superación personal.

  • Cuando ponemos conciencia en el proceso más que en la meta, la cosa cambia.

Puedes que hagas las cosas mejor o peor pero… ¿cómo te llevas con el viaje hacia tus objetivos?

¿Te gusta ir mirando el paisaje?

¿O tal vez haciendo amigos por el camino?

¿Te fijas solo en el destino?

Sin duda puedes encontrar muchos más logros en el proceso: las actitudes y hábitos que has desarrollado, las creencias limitadoras que has superado, las relaciones personales que te han apoyado o has descubierto, los recursos y habilidades que has puesto en marcha, etc.

Si a esto le sumas el éxito o aprendizaje de llegar a tu meta, te hará sentir mucho más pleno y consciente de toda la energía que has puesto en conseguir lo que deseabas. Si has puesto lo mejor de ti, independientemente de los resultados, esto, ya te aportará una sensación de superación en sí mismo. Y cuando te den un halago por ello, lo recibirás gratamente.

En el artículo de la semana que viene hablaré sobre las comparaciones, otro de los males que nos hacen sentirnos no merecedores.

¡Feliz semana!

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